martes, 9 de noviembre de 2010

THE F*CK*NG BED



















Yo tenía una cama estupenda. La compré hace tiempo. Colchón de látex cuando aún no estaban tan de moda, somier pareado, para que cada palo aguante su vela... y me encantaba. Tanto es así que he decidido renovar el colchón y comprarme otro igual. Bueno igual no, porque el otro en realidad eran dos unidos por una cremallera, y ahora he comprado uno de 1,60 que pesa exactamente 56 kilos y medio. Lo sé porque lo pone en la etiqueta de Ikea. Quedé con Rebeca, que es de las pocas personas con las que debes quedar para estas cosas, porque todo le parece fácil. "Me llevo la furgoneta pequeña, que nos sobra". ¿Nos sobra? Después de hacer el panoli en la recogida de pedidos (vamos a saltarnos esta parte, sólo diré que nos invitaron a un perrito) vino el momento grandioso de la jornada (uno de ellos): cargar la furgoneta. Cuando salimos a la calle hacía un viento que me llevaba hasta a mí. El colchón (160 x 200) iba en vertical cuan vela de velero bergantín, y como tal se comportaba haciéndonos derivar a estribor y colisionar con los coches aparcados. Llegadas a la trasera de la furgoneta abrimos las puertas, miramos el paquete, comparamos el tamaño y Rebeca dice: "Sí hombre, si cabe, empujamos un poquito y ya está". Hasta ése momento no habíamos intentado levantar el bulto, porque te lo sacan en un carrito y te parece estupendo llevarlo (salvo por el viento). Nos agachamos. ¡Su puta madre! "Tía esto pesa un güevo". Primer ataque de risa. Levantamos un extremo, lo subimos a la altura de la furgoneta "y ahora empuja". "Rebeca, esto no cabe" "Que sí, ya verás como sí" "¡Ni de coña!" "Bueno vamos a quitarle el embalaje, que así se puede doblar". Se puede doblar, pero el efecto es como si un inmenso gordo se desplomase al perder el sentido y tuvieras que meterlo en un taxi una noche de pedo gigante. Imposible. Cuando estábamos al borde del desmayo entre las risas y el esfuerzo, pasa un ciudadano africano en una furgoneta bien grande y nos hace señas "¿Os ayudo?" Y decimos que sí, por supuesto. "Este nos pide pasta" "Me la pela" Nos ayuda y no nos pide nada. Todavía queda gente simplemente amable. Una vez metido el colchón a presión queda la cama. Sí, porque he decido poner una cama. 14 años con un estupendo somier, que me ha dado bastantes alegrías, y decido poner una cama. Que no tendría por qué ser ningún problema, pero lo es. Cama de acero, con viga central de acero también. Hay que invertir las patas para que ahora cuelguen, en lugar de apoyarse... total que tengo una muñeca vendada (y no hacen más que salir jjjjjj y wwww durante todo el texto), pero hoy ya puedo dormir tranquila con el somier atornillado a la estructura. Que ayer dormimos mi hija y yo con él sobrepuesto y no pegué ojo en toda la noche pensando que cada vez que me movía me caía al suelo.
Ya puede venir Superman a echarme un polvo intergaláctico, porque si no, vaya negocio.

4 comentarios:

  1. Jajaja. Me apunto a la próxima expedición a Ikea!!

    ResponderEliminar
  2. Por favor, la próxima vez que vayas ¡llámame! Esto hay que filmarlo.
    Maravilloso.
    Y el final, de alarido.
    ¿Qué esperas a escribir guiones y a estelarizarlos (que no esterilizarlos)?

    ResponderEliminar
  3. Por mucho que lo visualicéis no os lo podéis imaginar. La próxima vez me pongo una cámara lápiz en la frente.

    ResponderEliminar
  4. Ana, quería ir este sábado a IKEA pero después de lo leído creo que espero a que vengas ...

    ResponderEliminar