Hoy me gustaría estar quejándome de lo dificilísimo que es comprarle regalos a este hombre. Normalmente se compra cualquier cosa que se le antoje, y yo he heredado exactamente ese mismo vicio. Habría acabado comprando perfume. Cualquiera. Todos le gustan. Cuando mi padre se pefuma, huele toda la escalera. Él lo habría agradecido, nunca tiene bastante.
Pero no he comprado nada. Es la primera vez que no compro nada y no me siento culpable. Esta vez me siento triste. Es el primer día del padre sin padre. Eso es duro, por muy comercial que me parezca la fiesta.
En el futuro, supongo que podré hacer inventario de regalos horribles que le hice en mi niñez: ceniceros de vitolas, cuadros con pinzas de la ropa, murales de macarrones... Este año sólo puedo acordarme del último mes juntos. Su último mes en la playa. El último mes con nosotros.
Cuando veo la última entrada del blog, recuerdo que en junio mi único problema era llegar lo más mona posible a la boda de Carlitos Klett. Quién me iba a decir a mí, que dos meses después me iba a pasar las vacaciones en el hospital. Quién me iba a decir a mí que una anemia iba a acabar así.
Y sin embargo, no creo que haya tenido una mala muerte. Como no tuvo una mala vida, por muy putas que las pasara (lo siento, papá, me estoy rehabilitando de lo de los tacos, pero poco a poco).
Mi padre trabajaba el día entero y llegaba a casa derrengadito.
Tal cual. Y todavía tenía tiempo de estrujarnos. Nosotras nos quejábamos, porque era un poco excesivo en sus abrazos. En eso mi hija se parece bastante.
Gracias a esos duros años ha tenido una buena jubilación. Ha estado montando en bici hasta los 75, más o menos, y conduciendo hasta dos días antes de que le ingresaran. Ha disfrutado de sus nietos, de la mía hasta hartarse, de los alemanes, un poco menos. Nos hemos peleado hasta la saciedad, la mayoría de las veces patrocinados por Rajoy, Ha conocido todos los lugares que soñó de niño viendo los diccionarios enciclopédicos de los años 40: Egipto, Rusia, Inglaterra, Alemania...
Poco antes de volver a Madrid, una de las veces que Ascen, nuestro ángel de la guarda, le preguntó quién era Amparo, para ver si estaba orientado, dijo: lo más bonito que he tenido en la vida. Daría cualquier cosa porque alguien dijera eso de mí, pero ya no tengo tiempo para llevar con alguien 53 años casada...
Le echamos de menos. Cada una a su manera. Pero me gusta pensar que la transición fue buena. Tranquila. Nos esforzamos mucho porque así fuera cuando ya supimos que no se podía hacer otra cosa. Le pusimos a Los Panchos bien bajito en la mesilla, y bailé de su mano hasta el último día, celebrando con él mi cumpleaños. Seguramente estaba pensando que ya nos vale, tener que llegar a eso para dejarle escuchar a Los Panchos tranquilamente...
Allá donde estés, Feliz día del Padre papá. Gracias por todo. A pesar de las broncas nos has dado una vida muy feliz, espero que tú también hayas sido feliz. Sigues vivo en nosotras, intentaremos que te sientas orgulloso, pero, ni muerta voy a votar al PP, eso que te quede muy claro.