¿Cómo es posible que se haya acabado el año? ¡Pero si parece que fue ayer cuando andaba haciendo el indio a la pata coja, metiendo anillos en la copa de cava, pidiendo deseos como si no hubiera un mañana!!!! Visto lo visto, este 31 lo mismo no me tomo ni las uvas.
De momento no pienso hacer ni un sólo propósito de año nuevo, porque después de todos estos años de técnica intento-error puedo asegurar que no sirven para nada.
Así que aquí estoy, escribiendo mi primera entrada en un iPad (que no es mío) después de leer un rato en un eBook (que tampoco es mío) y mandando wassaps con un smart phone que sí es de mi propiedad.
Todo esto me lleva a dar un discurso de abuelita cebolleta, que pienso defender de todos modos: con tanta comunicación de mierda, estamos perdiendo la capacidad de comunicarnos de verdad. Ya no hacemos hueco para un café, porque con un wassapp solucionamos un montón de temas. Pero ¿y los besos y abrazos? Xoxo no es lo mismo. Un beso bien plantado, un abrazo apretado con caricias en la espalda, una mirada intensa con carcajada... eso no lo hemos ciberizado todavía. Afortunadamente. Espero que nunca encuentren nada que sustituya a la piel. Por eso me ha gustado tanto hacer un viaje en tren a Ávila con cuatro mujeres hechas y derechas y ver que te puedes sentir como una adolescente durante toda tu vida, incluso cuando vas a clases para aprender a ser madre, que no hay mejor medicina que el vino de las ocho, ni nada que no curen carcajadas a mandíbula batiente.
Ya me arrepiento de pocas cosas, beneficio de la edad, pero siento profundamente haberme dejado abatir por el desánimo y no haber publicado más que un pequeño puñado de entradas, muy pocas de ellas graciosas. Eso sí lo voy a corregir, por mucho esfuerzo que me suponga, porque sé que hay muchos amigos que las esperan y sienten una pequeña decepción con mi sequía.
Todos preparados para lo de mañana. Pero yo ya os digo que ni bragas rojas, ni anillo en la copa, voy a tomar uvas de gominola, igual ni me peino y pienso salir a la calle a poner un cargamento de petardos, a ver si se llevan este jodido 2012 bien lejos. Con lo modosito que parecía agazapado en su final par... Viva el 2013, que si te agarra te crece! Viva el mal! Abajo el capital! Viva la Bruja Avería! (reloaded).
"Sé que hay que hacerla, pero me jode que la convoquen los sindicatos". Esta es la respuesta más común.
¿Y quién si no? Las huelgas las hacen los trabajadores y las convocan sus órganos de representación que, hasta el día de hoy son los sindicatos. Ahora estamos cabreados con "ellos", pero "ellos" somos nosotros, o deberíamos serlo. Sin embargo simplemente nos afiliamos (en el mejor de los casos, que no es el mío), pagamos la cuota y punto. ¿Quién no conoce en su empresa al menos tres incapaces que se han refugiado en la estructura de su sindicato, se han liberado y, simplemente, viven la vida utilizando en beneficio propio una protección que corresponde a todos? Es normal que estemos cabreados. Las cúpulas sindicales son parte del sistema. Negocian a espaldas de los trabajadores condiciones que no se consultan. Una vez has depositado tu voto en una urna, has vendido tu alma al diablo.
Pero no olvidemos nunca que fueron los sindicatos los que consiguieron la jornada de 40 horas, que se acabara con el trabajo infantil, que se controlen las condiciones en las que trabajamos, que se respete el descanso, que no se reciban sueldos indecentes.
Todo esto está acabando. Yo nací en el 62. Cuando murió Franco tenía 13 años. No he tenido que luchar por nada. Otros lo hicieron por mí mientras yo disfrutaba siendo un baby boom. Empecé a trabajar a los 19 años. Nunca he dejado de hacerlo. Me siento una privilegiada porque, no sólo tengo trabajo, sino que tengo un trabajo que me gusta. Creí que la vida de mi hija sería plácida como la mía. Ni en mis más remotas elucubraciones habría imaginado que volverían los días en que miles de desharrapados se reunieran a las puertas de las fábricas esperando a que el patrón señalara con el dedo a los afortunados que llevaran un trozo de pan a casa. Pero cada día estamos más cerca. Estamos permitiendo que nos desnuden lentamente amparados en una situación económica que, obviamente, no han creado los trabajadores. ¿Y todavía tienen los santos cojones de decir que no es el mejor momento?
Es el momento. Porque hemos tirado veinte años de impuestos a la basura diciendo que la medicina preventiva a largo plazo ahorra dinero, para acabar obligando a la gente a ir al médico sólo en caso de extrema necesidad, cuando ya no hay nada que hacer en muchos casos. Porque se permite a las empresas farmacéuticas especular con la salud. Porque hemos invertido en la educación de la generación mejor preparada de todos los tiempos, para que ahora vayan a dar sus frutos a la Alemania de Merkel. Porque pagamos un euro por receta para que no nos inventemos enfermedades, y otro euro para los taxis de los congresistas, cuando todos los trabajadores se tienen que buscar la vida para llegar a sus trabajos. Porque los niños están sin profesores sustitutos cuando los titulares no tienen una baja indefinida. Porque mi hija en 2012 tiene la misma ratio en el instituto que yo tenía en 1975. Porque las grandes empresas tienen sus talleres funcionando en el tercer mundo y luego lavan sus conciencias haciendo donaciones a instituciones benéficas. Porque se dan 120.000 millones a la Banca para que fluya el crédito y la gente se tiene que inmolar desde sus balcones para que se tomen medidas. Porque me embargan la nómina si no pago una multa y se perdonan cientos de miles de euros a indeseables que eluden su obligación de pagar impuestos. Porque todo esto es una gran farsa. Porque la Constitución la hicieron nuestros padres y la podemos cambiar cuantas veces nos venga en gana y lo consideremos necesario. Porque el Congreso es de todos y tenemos derecho a pasear por delante cuando nos apetezca, para recordar a los que habitan sus pasillos, que nos están representando. Porque ya es hora de que las personas que nos van a representar firmen un contrato vinculante cuando ofertan miles de gangas en periodo electoral (prometer es gratis, e incumplir también).
Por estas y mil razones más que harían esto interminable e intragable, mañana haré huelga (y mira que me viene mal, que este mes llega el puto IBI de los cojones). Y no iré a ningún piquete informativo. Porque sé que el que mañana vaya a trabajar es porque no se puede permitir lo contrario y yo no soy quién para juzgar las circunstancias de nadie. Y sé también que hay cinco millones de personas a las que les gustaría hacer huelga y no podrán. Sé que las circunstancias no son propicias para no tener miedo, porque a los empresarios se les ha dado toda la munición (sé demasiadas cosas, creo que nunca llegaré a Vicepresidenta).
Lo que sí pido a todos ellos, es que vayan a las manifestaciones, para que cuando el Gobierno dé las cifras "oficiales" el mundo entero se le ría en la cara. Para que, como bien dijo Wyoming -my hero!- les quede claro que no son los putos amos del cotarro, que son nuestros administradores, y tienen que escucharnos por insignificantes que les parezcamos. Para que vean lo que es un país cabreado que va a dedicar una día a expresarse libremente.
Mañana, TODOS A LA CALLE, TODO EL TIEMPO POSIBLE, que sientan la presión igual que nosotros sentimos sus botas en nuestros cuellos.
Y por si alguien se lo ha perdido, aquí va el mejor discurso político del año. Es largo, pero no le sobra ni una coma.
Hace 30 años, allá por el pleistoceno, yo trabajaba en la Marina Mercante (¡sí, has leído bien!). Estaba en mis 20 toda pimpollosa e inmortal, como se creen todos los jóvenes. Un día en el lavabo oí hablar a dos funcionarias mayorcitas mientras yo hacía pis:
- ¿Sabes algo de Loli?
- ¿Qué Loli?
- Esa chica que se jubiló el año pasado...
Nunca he olvidado esa conversación y la he contado mil veces. Al principio me hacía mucha gracia. Salí corriendo del baño a contárselo a todos mis compañeros, más o menos jóvenes como yo. Pero hace unos meses volvió a mi cabeza con una perspectiva muy distinta. Cuanto más cerca estaba mi cumpleaños, más vueltas le daba a... ¿qué soy, exactamente? ¿Si alguien me pidiera que me definiera, qué diría? ¿Soy una señora de mediana edad, como corresponde? Pues no. Cuando pienso en mí, pienso en una chica extrovertida, un poco tocapelotas, de buen fondo y mala uva. Claro que en cuanto abro los ojos y me incorporo, lo de chica empieza a ponerse en duda. Lo bueno de tener la espalda jodida desde temprana edad, es que no asocias los dolorcillos al paso del tiempo. Lo malo, es que van a peor. Mi abuela, pasados ya los 80, me dijo un día: "Yo ya no estoy bien, me he levantado esta mañana con un dolor de cuello..." "¿Me estás diciendo que hasta hoy no te había dolido el cuello al levantarte???? ¡ya te vale abuela!" Total, que me he plantado en mis 50 con la cabeza mucho peor que la de mi abuela en sus 80. ¿Pruebas? Para celebrarlo decidí llevarme a mi hija a Londres, pensando que si estaba fuera de España igual el tiempo no se daba cuenta del día que era y no me atrapaba. Eso, y que quería que algún día ella pudiera decir: "La primera vez que vine a Londres fue con mi madre y me encantó". Y fue todo muy bien, hasta la hora de volver. Llegamos al aeropuerto con tiempo suficiente, como le gusta a mi hermana la pequeña (porque cayó un tormentón de mil demonios, justo cuando acababa nuestra hora de hamaca en St. James Park). "Quizá llegamos un poco pronto, ¿no?" (Bueno, en realidad dije: Maybe it's too soon, isn't it?). "Sí, exactamente un día pronto, estos billetes son para mañana"... Así he entrado en los 50, a lo grande, pasando una noche en Gatwick, mi hija jugando a los agentes secretos del FBI, inmortalizando a los pobres conductores que buscan gente con carteles con nombres, yo leyendo literatura barata (por muy en inglés que sea)... Sólo espero que no empiece a olvidarme de llevar bragas. P.S. Saludos a mis fans. Lo sé... lo sé... pero no llego... no llego...
"El presidente de Bankia y BFA, Rodrigo Rato, ha anunciado su intención de dimitir de sus cargos en ambas entidades después de que se conociera que Bankia recibirá respaldo público por entre 7.000 y 10.000 millones de euros..."
A ver, vosotros que sois más listos, ¿me podéis explicar qué debe sentir un pequeño ahorrador que tenga su dinero en Bankia después de leer esta noticia? ¿El Gobierno dice que va a meter un montón de pasta en un banco, y el presidente, muy muy amigo del Gobierno, sale corriendo? No me digáis que no es para agarrársela con las dos manos. O sea, ¿que tenemos que apretarnos el cinturón y reducir en 10.000 millones el presupuesto de educación, para darle esos 10.000 millones a una entidad llena de ineptos que encima se permiten seguir pagando indemnizaciones astronómicas a los responsables de la situación en la que nos encontramos? La verdad es que nos tenían que poner un monumento a los ciudadanos por no estar en la calle montando un pollo de tres pares de narices. Porque, queridos míos, los gritos en la barra de un bar no se consideran movilizaciones, que lo sepáis. Es una vergüenza que se concedieran hipotecas sobrevalorando los inmuebles y sabiendo que los interesados tendrían muchos problemas para pagarlas. Es una vergüenza que, ya en plena crisis, los directivos de las entidades bancarias se autoconcedieran indemnizaciones escandalosas por una labor más que deficiente. Y es una vergüenza aún mayor, que esas mismas entidades dejen ahora a esa gente en la calle, justo cuando son más vulnerables, cuando no hay trabajo ni intención de fomentarlo. Que devuelvan inmediatamente todas las primas de productividad. Que se amplíen los plazos de amortización de las hipotecas, para que se reduzcan las cuotas y la gente no tenga que ver a sus hijos dormir en la calle. Que el dinero vaya directamente a las pequeñas y medianas empresas, que son las que de verdad se preocupan por sus empleados. Que se retiren las subvenciones a instituciones que deben autofinanciarse (póngase Iglesia, Partidos Políticos). Hay por dónde empezar, pero es más fácil repetir el cuento.
Cuando somos bebés adoramos a nuestras madres. En realidad no nos acordamos. Yo en concreto lo recordé cuando tuve mi propio bebé y veía su mirada de absoluto arrobo cada vez que me acercaba. Creo que más que en mí pensaba en mis tetas bien repletas (qué bonito pareado). Sólo imaginarme estar en brazos de una madre de tres metros, que es el tamaño proporcional que debería tener ahora una madre capaz de acunarme, me produce un bienestar instantáneo. ¡Será posible que no haya retenido ni un solo instante de aquella época?
En la niñez nos debatíamos entre amarlas profundamente cuando nos daban pan con chocolate y odiarlas con toda el alma cuando nos obligaban a subir a casa y dejar de jugar para algo tan absurdo como cenar.
De la adolescencia me acuerdo perfectamente. Odiábamos al universo entero, y eso las incluía a ellas. Por nada en concreto, simplemente por estar ahí y empeñarse en saberlo todo de nuestra vida.
Cuando te conviertes en madre comprendes cómo te sentías cuando eras bebé, y lo guay que debía ser llevar el culito siempre perfumado. Te empeñas en jugar con tus hijos tirada en el suelo, porque no recuerdas que hicieran eso contigo. Haces un montón de planes, quieres organizar no sólo su ocio, sino el de sus amiguitas (eso cuando tienes hija única), quieres que vea todo lo que se puede ver...
Y de repente, sin saber cómo ni cuándo, estás en plena adolescencia y te suelta: ¡el día que cumpla 18 años me voy de casa, ese mismo día! Y te tienes que dar la vuelta para reírte porque te acuerdas de tí misma diciéndole lo mismo a tu madre y sabiendo que tardará lo menos otros 18 en irse. Pero esta es su crisis, su vida, su futuro, su historia. Y deberá tener sus propios hijos para comprender qué estoy siendo yo ahora mismo, además de un grano en su culo.
Hoy he recibido un certificado de mejor mamá, mañana volveré a ser la madre más horrible del mundo... C'est la vie!
¿En resumen?... Porque los protagonistas no hablan. Así de simple. Cualquiera que nos conozca un poco sabe que a las mujeres nos encanta hablar de lo que sea. Desde la crisis hasta la cantidad de espuma que hace nuestro nuevo champú. No importa el tema. Nos gusta hablar, analizar, escudriñar, hurgar y hurgar hasta agotar al contrario. Digo contrario, porque eso solo ocurre cuando el contrario es él, si es ella, el asunto se alarga hasta el infinito y más allá.
El caso es que ayer me fui a ver una peli de acción y casi me meto en la pantalla para que me mataran los alienígenas metálicos que disparaban a diestro y siniestro intentando acabar con la raza humana. Y diréis: ¿pero qué necesidad tienes, muchacha?
Ninguna. Pero como yo tengo que explicarlo todo, os diré que suelo ver el cine en V.O. (ya sé lo que opinas... ¡sí... tú!, y me importa medio huevo), y claro esas salas suelen tener unas pantallas no muy grandes. Así que cuando me enteré que los Kinépolis tienen algunos pases en versión original, fui inmediatamente a probarlo. ¡Menuda gozada! Claro la primera experiencia fue con La pesca del salmón en Yemen, que me pareció deliciosa, por no hablar de los tres bombonazos en distintos estilos que pululaban por la enorme pantalla. Pero ayer, de entre lo que había, se me ocurrió elegir Los Vengadores... ¡craso error! Primero porque los cómics y los superhéroes me dan un poco igual, y segundo porque ya había sido tan tonta de ir a ver al señor Pataki en su aventura en solitario, y de repente me sentí un poco desorientada. Había personajes que había visto a trocitos en varias películas pasadas por el plus, y no entendía muy bien qué hacían juntos. El guionista tampoco lo consideró muy necesario, y aquello enseguida se convirtió en una ensalada de tiros, carreras y puñetazos entre seres de distintas dimensiones espaciotemporales, imposible de seguir sin algún psicotrópico en el cuerpo. Entre toda esa testosterona aparece Scarlett Johansson enfajada en un mono de látex abierto hasta el canalillo, supongo que para relajar un poco el ojo del espectador. En resumen: un despropósito, que imagino que habrá sido carisísimo, con un presupuesto con el que habrían podido rodar siete u ocho buenas historias. ¡Ay señor, qué rubia soy a veces!
Que levante la mano quien no haya oído hablar de algún caso de tío, abuelo, amigo de la familia, que estuvo en el seminario porque era la única forma de estudiar. A los jovencitos les sonará como de otra era, pero no hará más de cuarenta años. Los niños educados en seminarios siguen vivos, y seguro que ni en sus sueños más inverosímiles creyeron que aquello podría volver a ocurrir.
Me llevo 38 años con mi hija, y gracias a la nefasta gestión, no sólo de nuestros gobernantes, sino de los banqueros del mundo, tendrá el mismo ratio que yo: 40 niños por clase. Y diréis: ¡pues no te ha ido mal! ¿no? Bueno no, pero nosotros íbamos educados de casa (a zapatillazos, sí, pero educados). Ni se te ocurría moverte sin permiso, ni tutear a Don Jesús (que fumaba en clase como un carretero... ¡qué fuerte!), ni acortarte la falda del uniforme...
Ahora nos sentimos tan culpables por el poco tiempo que pasamos con nuestros hijos que delegamos el trabajo sucio en los profesores... No es justo. Me imagino a mí misma encerrada en un aula con 40 adolescentes y se me ponen los pelos como escarpias... por no hablar de los padres que son mucho peores que sus hijos y van a comportarse como auténticos energúmenos a la puerta del Instituto. ¡Cachocarne! ¡Si no eres capaz de educar a tu hijo, deja por lo menos que lo intente ese pobre hombre, cuya única obligación sería explicarle las derivadas y tiene que empezar por buenos días, cuando alguien habla se le escucha, no se habla con la boca llena, debes hacer los deberes, si no haces bien el examen suspendes y tendrás que apechugar con las consecuencias.
Así las cosas, los hijos de las clases medias irremediablemente abocadas a ser bajas deben espabilar y extremar la atención. Y los padres también. Esto es una labor de equipo. Todos contra las fuerzas del mal.
La buena noticia es que estos niños tienen un arma que nosotros no podíamos ni soñar: la información está ahí, al alcance de nuestras manos (si nos podemos seguir permitiendo el ADSL). Por eso es fundamental ahora mismo proteger la red de redes contra cualquier control sospechoso. Con un click tenemos todo el conocimiento del mundo a nuestros pies, solo falta convencerles de que dejen de escuchar a Michel Teló, y busquen cosas más interesantes.
Soy de ese tipo de locas que no pueden pasar delante de un bebé sin decirle algo. Y a ellos les gusta. No están acostumbrados a que les hablen como si fueran personas y les flipa. Eso, y que yo creo que perciben el subidón de leche que me provocan. Pero no soy una talibana de los bebés. Eso de que todos los bebés son guapos es una falacia. Hay bebés feos de narices. No hace mucho he visto uno. Y yo creo que las madres lo saben, por mucho que les quieran. Mi bebé cuando nació era muy muy rara. En mi familia todos habíamos sido rubillos y calvos, claro, como buenos bebés. Ella nació con un melenón impresionante, y negro como el carbón. Cuando paseaba con el cochecito, la reacción era automática: "¡Un bebé!, ¿a ver?... ¡Uy, qué pelo!". Todos decían "¡eso es pelusa de bebé, se le caerá!" Hombre, pelusa, pelusa... ¡Ya quisieran esa pelusa muchos calvos! A los dos meses, harta de esperar a que se cayera por sus propios medios, y ante la amenaza de tener un bebé de cuatro meses con melena de trovador, fuimos a la peluquería, y se lo cortaron a tijera (he de reconocer que fue un corte un poco masculino, pobre...), pero esa carita... esos ojitos negros como aceitunas... Creo que fue entonces, y a lo mejor por sentirme algo culpable, cuando me teñí el pelo de rojo pasión y cada vez que me asomaba a la cuna se movía con brazos y piernas como si viera un peluche gigante. Ella y todos los bebés de la clase de estimulación a la que íbamos... ¡qué tiempos! Ahora, cada vez que me cruzo con un bebé, no puedo evitar sonreírle, y la respuesta es automática, te devuelven la sonrisa y se retuercen como gusanitos cuando su cochecito pasa de largo. El otro día fui a un centro comercial con mi bebé melenuda. Ya no es un bebé, pero la melena es alucinante (de larga y de bonita). Ahora ya no quiere que la abrace en público, así que, básicamente, soy su chófer. Mientras esperaba a que volviera de comprar unos regalos con su amiga, me crucé con un montón de bebés. Uno (de unos dos años) salió corriendo de una tienda, su padre salió detrás de él, sonó la alarma porque tenía unos pantalones en la mano, volvió a entrar a dejar los pantalones, el niño seguía corriendo, salió de nuevo y lo cogió. Todo esto en segundos. Me reí a mandíbula batiente, y dí gracias por no tener un bebé de esa edad, porque no me apetece mucho andar corriendo por los centros comerciales. También me crucé con un bebé gusanito, de los que se retuercen en el cochecito. Luego vi otro que se subía en una lámpara de pie, a lo Gene Kelly, y la hacía temblar. A mí me hacía mucha gracia, a su padre, no tanta. El olor a bebé, la sonrisa de un bebé, la risa loca de un bebé... refugios en los tiempos que corren.
Mis fans me acusan de dejada. Si hablaran de la plancha pendiente les daría totalmente la razón. El caso es que, como a todos, me han robado la alegría de vivir. Lo sé, no porque haya dejado de reír bien alto, sé que tengo responsabilidad terapéutica sobre los que me rodean y me ocupo con sumo cuidado de recargarles las pilas cada poco, sino porque me siento incapaz de escribir con cierto humor de las cosas que nos pasan.
Y ¿sabéis qué?, ¡se acabó! ¡hasta aquí podíamos llegar! ¡no se lo consiento!
Vale que nos hayan metido en un hoyo entre unos y otros del que no saben cómo sacarnos. Vale que, después de pagar nuestros impuestos religiosamente, ahora les perdonen los pecados a los descreídos que no pagan y nos restriegan por las narices sus coches de lujo, sus bolsos de marca y sus casas de ensueño. Vale que digan que buscan nuestro bien, estrangulándonos lentamente. Pero no podemos consentir que nos impidan reírnos de nuestras desgracias. ¡A dios -si existiera- pongo por testigo, que no me convertirán en una amargada, que no me robarán el optimismo, que no me harán creer que esto no tiene solución, que no les libraré de la culpa de llevarnos al abismo!
Así que, manos a la obra. Recordemos momentos de máxima alegría.
Uno de los míos (vamos a obviar esas cosas transcendentes de los hijos, ¡oh, qué maravilla el milagro de la vida!, la primera vez que la tuve en mis brazos...) fue una vez que cayó enoooorme tormenta de verano, estaba con "mi novio al que nunca debí dejar" (una maravillosa persona que una vez estuvo en mi vida y de quien sólo tengo buenos recuerdos). Me puse un bikini, salí al jardín y me puse a gritar como una loca de pura felicidad. Y para sentirme así solo necesité lluvia.
Militemos en la alegría permanente. Y que eso no nos impida decirles a la cara que son unos pésimos empleados, que han mandado a la mierda un sistema que nos llevó décadas construir, y que, después de la que han liado, no han tenido la decencia de bajarse a sí mismos los sueldos para "arrimar el hombro" como nos piden a los míseros ciudadanos.
Salgamos a la calle cada semana para decirles que lo que hacen no nos gusta, por muy necesario que lo consideren, que tiene que haber otra forma. Seguro que hay alguien listo entre nosotros que sabe cuál es el camino. ¡Manifiéstate, por dios, antes de que acaben con todo!
Las delgadas no están autorizadas a leer este post. Odio a las delgadas. Sobre todo a las que comen bocadillos.
"Señora, está usted gorda". "Ya, pero es que he venido a que me vea este lunar que me parece un poco raro". "Debería perder peso". "Lo sé, tengo espejos en casa, pero ¿qué me dice del lunar?". "Hasta que no adelgace..."
Y así con todo. Se me cae el pelo, "es que está usted gorda", creo que he perdido vista, "es que está usted gorda", me pican las palmas de las manos, "es que está usted gorda"...
Y no hablemos ya si nos metemos en dolores. Si te duele cualquier cosa, aunque sean las uñas de los pies, es que estás gorda.
Total que sales de la consulta con ansia viva y no piensas más que en comerte un Haagen Dazs de dulce de leche de tamaño megaextralarge con la cuchara sopera, y te dan ganas de comértela a ella por los pies. Porque suele ser ella y delgada, pero delgada porque sí, porque come cuatro veces más que tú, bebe lo que quiere, y, encima, te mira por encima del hombro.
Hija, es que tienes que moverte... Busca un hueco. ¡Busca un huevo tú! Cada día odio más a las solteras delgadas sin hijos. ¡Mujer, ve a la piscina a nadar, verás que bien te sienta! ¡Vete a tú a hacer los deberes con una preadolescente hiperhormonada que te discute hasta la fecha en la que estamos, intenta no perder los nervios y luego, te vas a nadar y la dejas sola en casa para que te líe una buena! ¡Qué fácil es dar consejos cuando lo único que tienes que cuidar es tu propio ombligo!
Diréis que vivo en un bucle... y no os faltará razón. Cuando tu vida ha sido una dieta continua para llegar a estar gorda siempre con pequeñas épocas de macicez, te aburre el tema un poco.
Ahora he encontrado un aliciente y tengo un plazo: en septiembre tengo una boda y quiero comprarme un vestido en una tienda stándar. Nada más, eso es todo ¿es mucho pedir?. ¡Qué aburrimiento más grande!
06:00 Suena el despertador (¡no me lo puedo creer!)
06:25 Después de posponer la alarma varias veces consigo ponerme en pie y tambalearme hasta la ducha. Hoy toca pelo.
07:10 Salgo de casa después de haber dejado pre-preparado el desayuno de mi retoño.
07:40 Llego a Prado. Todavía tengo el pelo mojado. Mientras la gente desayuna, me seco el pelo en el secador de manos.
08:00 Empieza la sesión de llamadas para ejercer de madre a distancia... cada diez minutos... hasta las 08:50
14:45 Tengo que poner gasolina antes de ir a la Avenida de América a ver un ensayo para la entrega de los MAX.
17:30 Aparco en la Esquina del Bernabeu para recoger una camiseta que donan a "Todos con Lorca".
18:00 Llego a casa, voy a correos a enviar la camiseta.
18:30 ¿Qué te queda? ¡Qué pesada! Qué pesada, no. Acaba los deberes de una vez. Tengo que tocar la flauta. Pues toca la flauta y acaba los deberes. ¡Qué pesada!...
22:30 ¿Te quieres meter en la ducha? No me apetece. Me da igual. A la ducha. Jo!
¡Feliz día de la mujer trabajadora!
Gracias Dani.
(Y aún queda lo mejor: recoge la cocina, plancha, resopla...)
Los que me conocen saben que los actores, como colectivo, no son santo de mi devoción. Me parece que de tanto mirarse el ombligo pierden el norte y el contacto con la realidad. De sólo salir entre ellos, comer entre ellos y casarse entre ellos, van a acabar desapareciendo como los Habsburgo.
Pero, de repente, de cuando en cuando, aparece un ejemplar único que te reconcilia con la profesión y te recuerda para qué están aquí. El sábado estaba yo entre regular y fatal, y Olga Margallo me había dicho: "Mis padres están otra vez en el Arenal, vete a verles que te va a gustar". ¡Qué sabia!
Sólo mirando la foto, con esa pinta incalificable que se han puesto, se te dibuja una sonrisa. Luego sigues mirando y piensas que esas dos personas no pueden ser más que dos trozos de pan. Pero en cuanto abre la boca Petra, añades a la lista: ¡qué pedazo de actriz!. Así sin alharacas, sin tener que ir a preguntar a la gente cómo se compra el pan para preparar un papel de ama de casa, porque Petra (estoy segura, aunque no la conozca de nada) es ama de casa y Abuela sin Fronteras (eso sí que me consta), y lo que devuelve al público en el escenario son sus propias experiencias, no necesita que nadie se lo cuente. El texto de La Madre Pasota es bueno (eso se le presupone a un Nobel), pero Petra le da una verdad tan grande que te lleva de la carcajada desorbitada a la lágrima contenida sin que te des cuenta de los atajos que ha ido cogiendo. Y cuando crees que todo ha terminado, entra el Sr. Margallo y llega el delirio y se palpa tanta complicidad, tantas horas de tablas, tanto amor y respeto, que empiezas a ponerte verde de envidia, pero sin parar de reír. Viendo a los Margallo he entendido el porqué de la endogamia y he recordado para qué están los actores: para arrancarte una sonrisa cuando peor te encuentras, para ayudarte a entender los problemas de otros, para desdramatizar tus propios problemas, para hacer que vuelvas a ser niño, para abrir paréntesis en la rutina. A sus pies Doña Petra.
Llevamos dos semanas de exposición de lujo asiático a ambos lados del Atlántico en sendas alfombras rojas, que ya da un poquito de pereza. ¿Qué han tenido en común las dos larguísimas galas? Antonio Banderas y su santa esposa.
Y ¿en qué se han diferenciado? Pues para empezar en el oído musical de los maestros de ceremonias. No se puede abrir una gala desafinando, señores míos. Y no se puede tener un patio de butacas lleno de gente mirando por encima del hombro al resto de la población. Que parece mentira que sean actores. ¿Cómo no le van a dar un Oscar a Meryl Streep? ¡Si la pinchen cuando la pinchen está siempre en el personaje: soy una gran actriz que se lo está pasando genial en su asiento de primera fila, disfrutando incluso cuando hacen chistes a mi costa! -creo que la butaca lleva ya grabado a fuego su nombre-.
Por cierto, ¿quién se ha comido a Billy Cristal? ¿Por qué le ha dado a toda esa gente por operarse? ¿Están en el programa de protección de testigos?
Debo decir que Eva Hache no estuvo tan mal como esperaba. A pesar de ser una persona que lee cosas de otros, hay que reconocerle el mérito de hacer suyo el texto, pero tiene siempre esa pose de "sí soy fea, y qué, no importa, porque a cambio soy super rápida y muy muy graciosa" que provoca un poco de rechazo.
Los vídeos de la nuestra no tuvieron nada que envidiar a la otra, aunque conseguir que mi George se morree con un tío ante una audiencia muchimillonaria tiene un gran mérito.
El estilismo de los nuestros, ha mejorado bastante. ¡Muy bien, chicos! Como Fernando León de Aranoa no estaba nominado, subió la media.
Pero si teníamos hasta nuestro propio Jack Nicholson en forma de director fotofóbico. Y ése Antouniou, dando el toque super-classy, con su señora americana del brazo. A mí, qué queréis que os diga, cada día me cae mejor esta mujer. Verla ahí esforzándose por entender los chistes de Santiago Segura (del mismo club que Eva "sí soy feo pero superlisto"), produce una gran ternura.
Total, que los premios son un tostón en general, salvo para los premiados. Pero es lo que dicen ellos, es su día, ¡qué demonios!, aguantáis ahí el tirón, que no siempre tiene uno un público cautivo para chulearse un poco.
Tanto allí como aquí se ha notado que la cosa está achuchá y que no se pueden lanzar cohetes. Si acaso cantar un poco, hacer unos chistecillos y lucir palmito, para delirio de fans enloquecidos. De todo esto quedan las pelis, aunque la gente las vea cada vez más en el salón de su casa.
-¡Capitán, son un montón y van armados hasta los dientes!
-¡Pues se jode, Romerales, no podemos dejar que el enemigo avance ni un milímetro! ¡Si no hay orden y respeto estamos perdidos Romerales! ¡Que se infiltre uno de sus hombres!
- No pueden, Capitán, todos tienen barba.
-¿Cómo que todos tienen barba? ¡Pero dónde vamos a llegar! ¿Esto qué es la Policía Nacional o el ejército de Pancho Villa?
- A ver, Capitán, no tienen barba pero se intuye.
- ¡No me joda, Romerales, no me diga que no tiene algún novato con pinta de pipiolo!
- ¡Capitán, es que la horda enemiga está llena de individuos de doce años!
- ¡A los doce años nosotros teníamos las pelotas negras, Romerales! Haga lo que sea necesario, pero estos demonios no se van a salir con la suya. ¡Calefacción... no te jode! Ahora quieren calefacción en las clases, ¿qué van a pedir después, papel higiénico? ¡Nosotros nos limpiábamos el culo con piedras del campo, así se forja el carácter!¡Incaute cualquier objeto susceptible de ser lanzado, Romerales!
- Capitán, es que ahora las reglas son como de goma, se doblan y son blandas. No sé yo si eso se puede considerar un arma peligrosa.
- Cualquier cosa en manos de esos verdugos es un arma peligrosa. A saber lo que pueden hacer con un borrador y una barra de plastilina. Que hoy en día se aprende a hacer una bomba en internet Romerales. Usted y yo no, pero estos entienden todo lo que leen. Y hablando de leer, ¡a tomar por culo todos los libros que lleven encima! Decimos que nos los estaban tirando y ¡santas pascuas!
- Capitán, a ver si nos van a llamar luego los de siempre y nos cargan a nosotros con el muerto, que ya sabe usted que cuando llega la hora de la verdad se lavan las manos.
- Romerales, tú a lo tuyo, a hostiar a esos subversivos, que de la periquita ya me encargo yo. ¡Esa no tiene ni puta idea!
"¡Hay que vé, Anamari! ¡Hacerme esperar el día de mi entierro! Claro que no tengo nada mejor que hacer, pero toda esta gente aquí, esperando en la puerta..."
"Hija, y qué quieres que haga si tu sobrino ha decidido convertirse en Fernando Alonso. ¿Pero es que no sabéis lo mío con las coordenadas?"
"¿Pero no tenías un TomTom?"
"Pues sí, pero le puse Cementerioy me ofreció Calle del Cementerio. Yo se lo compré y me encaminé toda confiada, pero en un momento saltaron mis alarmas internas de perdida permanente, y me dije a mí misma: esto está muy lejos, a ver si hay más de un cementerio..."
Efectivamente, paré en un bar y un pobre hombre intentó dibujarme un plano de cómo llegar al otro cementerio, que era para verle. Dándole vueltas al papel. Vamos que parecía yo. Le dejé terminar porque le había puesto tanta ilusión que me daba pena decirle que todos sus esfuerzos eran absolutamente inútiles conmigo.
Así que acabé como siempre, al teléfono con tu hermano Paco que nos llevó divinamente. Al llegar a la puerta, pensé: "Menos mal, hemos llegado justo a tiempo, la están sacando del coche". Pero no, había unas doscientas personas esperándome a mí... Te imaginamos descojonándote de risa "¡Ay, qué Anamari!"...
No dejo de pensar en ti cada día, y hasta ahora mismo me he sentido incapaz de volver a pensar en algo gracioso que contar aquí, porque tú me leías y te reías y me dabas temas... ¿Estás bien? Me gusta pensar que sí, que estáis ahí las dos juntas sin parar de hablar, en ése sitio en el que las dos creíais. No me quiero imaginar a las demás ánimas precipitándose al vacío en busca de la ansiada paz eterna.
Os echo de menos. Cuidaos la una a la otra. Y echadnos un ojo a nosotros, que buena falta nos hace.
No es momento de hablar ni escribir. Ahora sólo puedo recordar, sentir un profundo dolor, llorar, pensar, recordar, llorar, prometer nunca olvidar... y volver a llorar.
Farewell my dear...
Querido 2011, tanta gloria lleves como descanso dejas. Has sido dañino y satisfactorio a partes iguales. Yo no puedo quejarme personalmente, pero hay tanta gente que sí, que me solidarizo con ellos y te mando a freír espárragos al más allá. Sobre todo por tus dos últimos regalitos en forma de gaviota reidora, que ¡ya te vale!, dentro de tres meses te contaré cómo va la cosa, pero ya te digo yo que no me gusta el orín del enfermo.
Bueno, pues eso, que nos dirigimos esperanzados al último año de nuestra civilización... ¡calla! que el otro día oí que en un momento de nuestra historia ha habido un trastoque de fechas y el 2012 del que hablaban los mayas pasó hace 7 años y aquí seguimos. O sea, que no os pongáis como locos a decirle a todo el mundo lo que pensáis sin vaselina, creyendo que ya da igual, porque a lo mejor no se acaba el mundo y hay que seguir compartiendo ascensor con el putón del 4º A.
Y ya podéis ir acabando las listas de propósitos con las que os limpiaréis el trasero, que está a punto de empezar la Marcha Radetzky y os va a pillar con las manos ocupadas para dar palmas.
Os deseo un Muy Feliz 2012. El mío podría serlo si no fuera porque una lucecita se me está apagando.