Que levante la mano quien no haya oído hablar de algún caso de tío, abuelo, amigo de la familia, que estuvo en el seminario porque era la única forma de estudiar. A los jovencitos les sonará como de otra era, pero no hará más de cuarenta años. Los niños educados en seminarios siguen vivos, y seguro que ni en sus sueños más inverosímiles creyeron que aquello podría volver a ocurrir.
Me llevo 38 años con mi hija, y gracias a la nefasta gestión, no sólo de nuestros gobernantes, sino de los banqueros del mundo, tendrá el mismo ratio que yo: 40 niños por clase. Y diréis: ¡pues no te ha ido mal! ¿no? Bueno no, pero nosotros íbamos educados de casa (a zapatillazos, sí, pero educados). Ni se te ocurría moverte sin permiso, ni tutear a Don Jesús (que fumaba en clase como un carretero... ¡qué fuerte!), ni acortarte la falda del uniforme...
Ahora nos sentimos tan culpables por el poco tiempo que pasamos con nuestros hijos que delegamos el trabajo sucio en los profesores... No es justo. Me imagino a mí misma encerrada en un aula con 40 adolescentes y se me ponen los pelos como escarpias... por no hablar de los padres que son mucho peores que sus hijos y van a comportarse como auténticos energúmenos a la puerta del Instituto. ¡Cachocarne! ¡Si no eres capaz de educar a tu hijo, deja por lo menos que lo intente ese pobre hombre, cuya única obligación sería explicarle las derivadas y tiene que empezar por buenos días, cuando alguien habla se le escucha, no se habla con la boca llena, debes hacer los deberes, si no haces bien el examen suspendes y tendrás que apechugar con las consecuencias.
Así las cosas, los hijos de las clases medias irremediablemente abocadas a ser bajas deben espabilar y extremar la atención. Y los padres también. Esto es una labor de equipo. Todos contra las fuerzas del mal.
La buena noticia es que estos niños tienen un arma que nosotros no podíamos ni soñar: la información está ahí, al alcance de nuestras manos (si nos podemos seguir permitiendo el ADSL). Por eso es fundamental ahora mismo proteger la red de redes contra cualquier control sospechoso. Con un click tenemos todo el conocimiento del mundo a nuestros pies, solo falta convencerles de que dejen de escuchar a Michel Teló, y busquen cosas más interesantes.
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