"El presidente de Bankia y BFA, Rodrigo Rato, ha anunciado su intención de dimitir de sus cargos en ambas entidades después de que se conociera que Bankia recibirá respaldo público por entre 7.000 y 10.000 millones de euros..."
A ver, vosotros que sois más listos, ¿me podéis explicar qué debe sentir un pequeño ahorrador que tenga su dinero en Bankia después de leer esta noticia? ¿El Gobierno dice que va a meter un montón de pasta en un banco, y el presidente, muy muy amigo del Gobierno, sale corriendo? No me digáis que no es para agarrársela con las dos manos.
O sea, ¿que tenemos que apretarnos el cinturón y reducir en 10.000 millones el presupuesto de educación, para darle esos 10.000 millones a una entidad llena de ineptos que encima se permiten seguir pagando indemnizaciones astronómicas a los responsables de la situación en la que nos encontramos? La verdad es que nos tenían que poner un monumento a los ciudadanos por no estar en la calle montando un pollo de tres pares de narices. Porque, queridos míos, los gritos en la barra de un bar no se consideran movilizaciones, que lo sepáis.
Es una vergüenza que se concedieran hipotecas sobrevalorando los inmuebles y sabiendo que los interesados tendrían muchos problemas para pagarlas. Es una vergüenza que, ya en plena crisis, los directivos de las entidades bancarias se autoconcedieran indemnizaciones escandalosas por una labor más que deficiente. Y es una vergüenza aún mayor, que esas mismas entidades dejen ahora a esa gente en la calle, justo cuando son más vulnerables, cuando no hay trabajo ni intención de fomentarlo.
Que devuelvan inmediatamente todas las primas de productividad. Que se amplíen los plazos de amortización de las hipotecas, para que se reduzcan las cuotas y la gente no tenga que ver a sus hijos dormir en la calle. Que el dinero vaya directamente a las pequeñas y medianas empresas, que son las que de verdad se preocupan por sus empleados. Que se retiren las subvenciones a instituciones que deben autofinanciarse (póngase Iglesia, Partidos Políticos). Hay por dónde empezar, pero es más fácil repetir el cuento.
O sea, ¿que tenemos que apretarnos el cinturón y reducir en 10.000 millones el presupuesto de educación, para darle esos 10.000 millones a una entidad llena de ineptos que encima se permiten seguir pagando indemnizaciones astronómicas a los responsables de la situación en la que nos encontramos? La verdad es que nos tenían que poner un monumento a los ciudadanos por no estar en la calle montando un pollo de tres pares de narices. Porque, queridos míos, los gritos en la barra de un bar no se consideran movilizaciones, que lo sepáis.
Es una vergüenza que se concedieran hipotecas sobrevalorando los inmuebles y sabiendo que los interesados tendrían muchos problemas para pagarlas. Es una vergüenza que, ya en plena crisis, los directivos de las entidades bancarias se autoconcedieran indemnizaciones escandalosas por una labor más que deficiente. Y es una vergüenza aún mayor, que esas mismas entidades dejen ahora a esa gente en la calle, justo cuando son más vulnerables, cuando no hay trabajo ni intención de fomentarlo.
Que devuelvan inmediatamente todas las primas de productividad. Que se amplíen los plazos de amortización de las hipotecas, para que se reduzcan las cuotas y la gente no tenga que ver a sus hijos dormir en la calle. Que el dinero vaya directamente a las pequeñas y medianas empresas, que son las que de verdad se preocupan por sus empleados. Que se retiren las subvenciones a instituciones que deben autofinanciarse (póngase Iglesia, Partidos Políticos). Hay por dónde empezar, pero es más fácil repetir el cuento.