No me puedo creer que haya pasado un año. Todavía creo que llegaré al pueblo y, como siempre, después de dejar el coche, pasaré por la Agencia y no me harás ni caso. Estará petada de gente que querrá viajar, no importa a dónde, pero contigo. Yo te insultaré y quedaremos más tarde para tomar un helado mirando al mar y poniéndonos al día.
Jamás me perdonaré haber estado viendo a Marta Sánchez en vez de haber cogido un coche para despedirme antes de que entraras en quirófano. ¡A Marta Sánchez! (¡era trabajo!). Pero quién iba a imaginarse que no saldrías renegando de las barrabasadas que te habían hecho los médicos... una vez más, como toda tu vida.
Este año ha sido largo y corto. Tu hijo está estupendo. Le vimos en verano. Es un señor, estarás bien orgullosa vigilando sus pasos. Tu madre baja cada tarde a la playa a hablar contigo, pero eso ya lo sabes. Cati ha pasado un trago bien amargo. Afortunadamente todo va bien, y hemos hablado tanto de ti... Te has perdido el terremoto, que todavía está volviendo la gente a casa... ¡qué desastre más grande!
En fin, que todos estamos bien, echándote mucho de menos, pensando en ti cada poco. Águilas no es lo mismo sin ti. Tomé algo con Antonio en Mirazul, en vuestra mesa, en la mesa a la que fuimos tantas veces el último verano, ése verano en el que me llamaste más de lo normal, como sabiendo que sería el último.
Adolfo Jesús hizo este montaje que no pudimos ver en la cena a la que no fuiste, disfrútalo y no te preocupes, todo está bien.
Un beso para la prima de Águilas
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