lunes, 6 de julio de 2015

#caducando













El sábado teníamos cita @larebe y yo con Raquel, el hada de las tijeras, y salimos absolutamente remonas, como dice ella. Así que pensábamos vestirnos de cualquier cosa y salir a ver el primer Desfile del Orgullo de Manuela. Estábamos en casa realizando un complejo reciclaje de iphones en cadena. Yo cómodamente sentada en mi sofá. Lo juro! Cuando de repente siento como si un ejército de nanorobots me retorcieran una vértebra lumbar. El que me conoce sabe de mi potencia vocal. Pues que se imagine el volumen de mis gritos. A duras penas conseguí tirarme al suelo mientras @larebe y @japikati me miraban entre alucinadas e impotentes. Me puse patas arriba intentando estirar la zona pero sentía un dolor insoportable.
Antes de seguir debo aclarar que en cuanto entro en casa estoy en ropa interior, si hay visita. Afortunadamente había...
De esta guisa llamamos a un fisio a domicilio. Le decimos que no traiga ni camilla, que ya tengo yo... ya... lo sé... quién demonios tiene una camilla de masaje en su casa si no es masajista? Pues la misma persona que tiene una panificadora, una destructora de documentos, una encuadernadora... una loca!
A duras penas me subo a la camilla, y ya no vuelvo a salir de ella por mi propio pie.
Llega un joven fisio, con muy buenas manos, por cierto, que se tiene que agachar y apartarme el pelo para verme la cara y poder hablar conmigo. Porque venía yo todo glamour de Feeling peluqueros, donde había probado un nuevo activador de rizos, que te digo ya desde ahora Raquel que funciona, vaya si funciona...
Así que el fisio empieza a meterme el dedo hasta las entrañas, fisioterapeúticamente hablando, entiéndase bien. Yo viendo las estrellas pero pensando que era para bien. Hasta que llega el momento de darme la vuelta. Imposible. Los gritos asustan también al pobre joven que dice que no nos cobra y que llamemos al médico. 
En ese momento ya me veo parapléjica para los restos. 
Viene un médico a casa que también se agacha para hablarme. Me pincha (tengo dos recuerdos morados suyos en mi enorme culo) para ver si el dolor cede y puedo moverme a urgencias. Nada. Llamamos a una ambulancia, pero tarda un buen rato. Según ellos, porque como era el desfile del orgullo no se podía circular... Hay que joderse! Cualquier excusa es buena para meterse con los mismos
Por fin llegan los ambulancieros. Majos y graciosos. Tanto que me da un ataque de risa y me cago en todo porque las vibraciones de mi propio cuerpo me provocan un dolor insoportable. Intentan darme la vuelta sin ningún éxito. 
Así que la situación es esta: yo varada boca abajo, encima de una camilla de masaje morada, en bragas y sujetador, descalza.
Entran con una silla de ruedas y @larebe les dice muy amable: "Creo que ahí no la vais a poder llevar" "¿Cómo que no?" en ese momento pensaban que qué narices sabríamos nosotras de trasladar pacientes... en fin.
Después de ver que no había nada que hacer deciden trasladarme en algo que he descubierto que se llama "cuchara". Es esa especie de camilla desmontable que se ve en las películas cuando tienen que trasladar accidentados que no se deben mover. así que me meten la camilla por debajo con una toalla sobre la que estaba yo recibiendo el masaje. Y yo: "tápame el culo!" @larebe me echa una bata por encima (la bata era de mi hija, y si hubiera tenido que ponérmela para salir, habría ido en bolas igualmente). De esta guisa me bajan por al escalera (gracias a dios vivo en un primero), y cada paso era un grito. La primera vez que subo en una ambulancia es boca abajo y con el culo medio al aire... la sensación era como ir en un carro de bueyes por el Madrid de los Austrias... 
Llego a urgencias y todo el mundo empeñado en que boca abajo no estoy bien. ¡Cojones! ¡Que no me puedo dar la vuelta! Así que boca abajo me quitan la cuchara me pasan de la camilla de ambulancia a la de urgencias, me cogen una vía me drogan, consigo darme la vuelta, me vuelven a drogar, me llevan a rayos. Afortunadamente no hay hernia. Es una contractura de mamut y una importante rectificación de columna, de mi escoliosis de toda la vida.
Me piden una ambulacia. Esperamos casi dos horas, y yo ya estoy que me subo por las paredes. Sola. Sin poder hablar con nadie. Cuatro horas.... Decido que llamo un taxi. Afortunadamente habíamos cogido un vestidito, pero zapatos, ya no. Una enfermera muy amable, acostumbrada a improvisar me pone unas calzas. Pero como no hay me pone un gorro de quirófano en cada pie y una venda tubular para sujetarlos.
De esta guisa hicimos nuestro propio Desfile al taxi de un homófobo que se quejaba de que estaba todo lleno de maricones y no se podía circular... pues claro, señor mío. Es el día de los maricones. Bastante tienen que aguantar el resto de los días a los machirulos como usted, déjeles vivir por lo menos un día al año, que ya está bien! Me enciendo y me desvío...
El tío va a buscar a una persona a urgencias que le cuenta lo que le pasa, pero eso no le impide ir a toda galleta por un paso de peatones elevado... el grito se oyó en Cibeles, pero el tío ni se inmuta: "pero si usté ya está bien!" Es que en sus ratos de espera en las paradas ha hecho varios cursos CCC de diplomacia y medicina. Cagoentó!
Pero por fin en casa. Bastante bien, teniendo en cuenta cómo había salido. 
Allí me encuentro recuerdos de todas las visitas. Los camilleros se han dejado la bolsa de las cinchas, el masajista el reloj, y el médico me dejó el teléfono para que le llame y le cuente. Y se ha ofrecido a ayudarme a volver a dejar de ser gorda. Porque sí, señores, lo he perdido todo. Que es como las gordas decimos que hemos recuperado los kilos que tanto nos costó perder.
Total, que con todas las drogas que llevaba encima, aproveché la ola para dormir... y bien, muy bien.
A ver ahora... Pero que sepáis, que el deporte es malo, muy malo!
El próximo capítulo: Gorda de nuevo, volver a empezar!

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