lunes, 6 de febrero de 2017

21 días siendo Samanta Villar



Se ha montado estos días un lío tremendo desde que Samanta Villar, en su línea de hacer que parezca extraordinaria cualquier tontería que hace, dijera en una entrevista que tener hijos es perder calidad de vida. Teniendo en cuenta sus circunstancias, es normal que la gente haya flipado en colores. No porque su comentario epatante les haya escandalizado, sino porque comparada con personas reales, que viven en el mundo real, como Alba Barón, debería hacerse la zarigüeya y procurar no llamar mucho la atención.
Como Alba hay muchas. Mi prima Charica, sin ir más lejos. Tuvo a Mario hace 17 años. Mario nació con problemas debido a un error médico. Ahora es un tío como un castillo, que no puede andar ni hablar, aunque adora la música y tiene un sentido del humor acojonante. Chari le ha dado masajes y le ha hecho ejercicios de rehabilitación desde el día que nació, con una disciplina y una fortaleza, que no tenemos ninguno más en la familia. Y la queja más fuerte que le he oído es: estoy un poco cansá (es murcianica).
El problema de vivir por y para la tele, es que mides tus experiencias y emociones en términos de formato, audiencias y titulares. Debe ser agotador.
Y ahora, centrándonos simplemente en la experiencia de ser madre y tener hijos sanos como pepones (parafraseando a Alba Barón), yo te pregunto, querida Samanta: ¿No tenías amigas con hijos? ¿Ninguna de ellas te ha contado la verdad? ¿O dejaste de salir y hablar con ellas el día que parieron? Eso es muy de las amigas sin hijos, cambiar de círculo cuando las demás empiezan a parir, porque no es su opción y no les interesa indagar en los problemas que esos seres pringosos les causan. Ninguna de ellas te habría engañado, alma de cántaro, habrías sabido, sin necesidad de inseminarte, que tu vida se interrumpe, con suerte, tres años. Que ya no vuelves a dormir igual. Que los compañeros de trabajo te miran mal porque a veces tienes que llevar a los niños a urgencias a mitad de jornada. Que tu vida laboral se congela, porque ya no estás absolutamente disponible. Que algunas lorzas no llegan a desaparecer nunca (bueno, eso no todas, lo reconozco, no le voy a cargar a mi hija mis lorzas propias). En fin, querida Samanta, cuando no vives por, para y a través de la televisión, tienes problemas de verdad que no siempre se solucionan con un giro de guión.
Si quieres un consejo para recuperar tu vida, aquí lo tienes, gratis: DIVÓRCIATE. Volverás a ser tú, en el peor de los casos, en fines de semana alternos, en el mejor, la mitad de tu tiempo. Así podrás volver a ser una actriz porno, fumar porros, ser fonambulista, cajera de supermercado, pescatera en La Boquería... eso sí, sólo 21 días, más ¿para qué?.
Yo, Samanta, a tu libro no le veo mucha salida, la verdad. Las madres ya lo sabemos, y las que no lo son harán oídos sordos, igual que tú hasta que decidiste hacer un programa sobre ser madre, y te diste cuenta de que te va a durar más de 21 días.

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