miércoles, 20 de octubre de 2010

DRIVING MISS KATIA













Cuando los horarios de trabajo se alborotan, todos (los que podemos), acudimos sin cesar a "Abuelos sin Fronteras". Eso reduce la relación con mi hija a pelea del desayuno y pelea de la vuelta a casa. Mi favorita es la vuelta a casa, porque lo de la mañana es más monotemático: "¿Te has vestido ya?" pregunto mientras revoloteo por la casa intentando adecentarme para salir a la vez. "Sí". Sé que es mentira, pero hago que la creo. Dos minutos después asomo por sorpresa el cabezón en su habitación y le doy un susto de muerte. Lo de la tele en su habitación tiene su lado bueno y uno muy malo. Lo bueno es que cuando entro a darle los buenos días abre los ojos como platos inmediatamente y no tengo que hacerle el camino de hormigas por la espalda (esta performance tiene capítulo aparte), lo malo es que se queda enganchada, como me cuenta mi madre que me quedaba yo con la familia Telerín. O sea, que es genético y lo tengo crudo. Pero, a trancas y barrancas (¡cómo odio a Pablo Motos!), consigo llevarla a tiempo al cole. Y cuando no llego, la soborno con cromos de Patito Feo para que vaya sola sin rechistar.
La vuelta es peor. Porque ha tenido toda la tarde para rumiar su discurso. Espero que se haga notas, porque si no, da miedo.

Ejempo 1:
"¿Mañana vienes a traerme los patines para la clase?" "No puedo cariño, voy al fisio, que tengo dos contracturas en los trapecios, que me están matando" Os preguntaréis si es cierto que digo trapecios y no paletillas, como las ha llamado mi madre toda la vida. Pues sí, suelo ser precisa. Sobre todo porque una vez que me tomé licencias hubo un pequeño conflicto al respecto ("Mamá, Emma dice que el chimichurri se llama pepe". "En realidad se llama pubis, pero en cada casa se le pone un nombre"). "¡Eres una egoista! ¡Prefieres ir al fisio que traer los patines a tu hija para que se rompa la espalda subiendo tanto peso por la escalera!" Cuando empieza a desbarrar suelo callarme para no decir barbaridades, y eso es lo único que le saca de quicio, de momento. "¿Ah, no dices nada, no contestas? Pues muy bien, tú sigue callada bla bla bla bla..." "No sé qué quieres que te diga, me parece increíble que digas que soy una egoísta cuando organizo toda mi vida a tu alrededor" "¿Ah, sí? ¡A ver!, ¿qué has hecho por mí esta semana? ¡Ah, sí, perdona, que me has dado de comer, pero eso es tu obligación, no haber pedido mi custodia!" (os juro por mi vida que esto es textual). Y claro, imaginad la escena: yo conduciendo, ella justo detrás mirando displicente por la ventanilla, yo aguantando la risa y pensando que lo único que me falta es la gorra de plato.

Ejemplo 2 (dos días después):
"¿A qué hora sales mañana?" "Katia, te he dicho que tengo grabación, de tres a diez. Pero se ha caído una entrevista y puede que salga a las ocho" "¡Pero bueno, ¿esa gente no sabe que tienes una hija que criar, y que además estás divorciada?"

Vosotros me diréis, si no se prepara estos discursos es para asustarse, pero de verdad. Katia, cariño, hoy te voy a buscar.

1 comentario:

  1. Tu niña tiene tu ingenio y tu carácter... Menos mal que tiene una madre como tú (algo de lo que se dará cuenta muuuuchos años después.)

    ResponderEliminar