jueves, 10 de febrero de 2011

JUEGO DE NIÑOS













Cuando era pequeña, recuerdo que una de las cosas a las que me apasionaba jugar era a los supermercados. Entonces jugábamos tranquilamente en la calle. Y no, no íbamos a Imaginarium a comprar réplicas exactas de latas de sardinas, pollos asados, botecitos de Cola-Cao ni pan Bimbo. Cogíamos trocitos de ladrillo del suelo, lo machacábamos y era pimentón. Que digo yo, que por qué venderíamos pimentón, si a ninguna nos gustaba. Y hablo en femenino, porque esos juegos eran de chicas. Los niños eran incapaces de estar más de un minuto sentados, mientras nosotras nos podíamos pasar horas cambiando piedras por chapas, palos de polo o cualquier otro tipo de desperdicio. ¡Eso sí que era reciclar!
Ahora, nuestros niños tienen de todo, pero el mundo de la imaginación no ha muerto. Claro que ha sufrido una trágica transformación.
Ayer llevé a mi hija al cine con dos amiguitas del cole (mal hecho, porque el día de la resaca se portó fatal, pero soy una pésima madre, ya lo sabéis todos). Llegamos con tiempo de sobra, y, mientras me sentaba en una mesita del hall leyendo las revistas gratuitas de estrenos que hay en la mayoría de los cines, las niñas, incapaces de estar sentadas ni calladas, se fueron por ahí. De repente noto un movimiento extraño, presto atención y... os reproduzco lo más fielmente que puedo la escena:
Mi hija se pone la capucha de la sudadera por la cabeza. Alucino pepinillos porque siempre quiere ir en pelotas. A todo esto, la peli es en 3D (o lo que sea) y llevan puestas las gafas. También llevan sus ejemplares de la revista bajo el brazo. Y mi hija, organizando como siempre, dice: "Yo voy de incógnito, vosotras me reconocéis por las fotos y venís a pedirme autógrafos". Casi me muero de la risa, porque la escenificación era perfecta. Ella camina con las gafas de sol, mirando a todas partes como queriendo pasar desapercibida, y, por tanto, llamando muchísimo más la atención. Se sienta en una mesita redonda alta de bar, y hace como que lee. Entonces las otras fingen reconocerla, se acercan: ¿eres....? (lo siento, no entendí el nombre). "Sí" "Nos firmas un autógrafo" "¡Claro!" (menos mal que iba de famosa enrollada y no de esas que insultan a las cámaras). Y así pasaron el rato hasta que llegó la hora de comprar las palomitas y entrar. Para que luego digan que los niños no son capaces de jugar sin cosas. Lo único que hay que hacer es sacarles de su hábitat y quitarles de en medio todo juego electrónico que lo único que provocan es pura incomunicación.
¡Cómo ha cambiado el cuento!

1 comentario:

  1. Jajajaja. Sólo espero que no tengamos que preocuparnos por el daño que puede hacer la televisión y la nueva prensa rosa. Jeje.

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