Este es el proyecto vital en el que me encuentro. Pero lo he tenido tantas veces... y tantas veces he vuelto al botijo, que no me emociono mucho cuando la gente dice: "¡cómo se te nota, maja!". Sí, se me nota, pero es que todavía tengo una ristra de pantalones de tallas inverosímiles esperando su turno, y, claro, me desespero. Y es que llega la primavera, que ya huele a hierba (de jardín) y los pájaros están como locos por las mañanas, y empezarán a tentarme las sílfides que me rodean para ir de terracitas y cañitas, y así no hay quien pueda, ¡leche!
Espero resistir, por lo menos la mayoría de las veces, porque si no, se me va a retrasar la operación pibón una barbaridad y no estoy dispuesta. Ahora que ya no llueve ni te salpican los autobuses, voy a probar a caminar, a ver si amortizamos el enterramiento de la M-30. Y esto me plantea una duda terrible: Si han declarado ilegal la obra, ahora que los paseítos de árboles diminutos están casi terminados... ¿hay que volver a cargárselos? ¿justo ahora que los iba yo a estrenar? ¿veis cómo los astros se confabulan contra mí?
¡A Dios pongo por testigo que caminaré y caminaré hasta que me quepan todos los pantalones que hay en mi armario y pase de Willendorf a Milo!... pero con brazos, claro.
P.S. Hace un año de éste POST, y todavía lo suscribo. ¡Maldita sea!
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