miércoles, 20 de abril de 2011

CRÓNICAS MURCIANAS. TENGO SUEÑO TODO EL RATO











Siempre que llego a la playa me da un sueño de muerte. Me levanto, desayuno en la terraza mirando al mar, que me parece un lujo asiático, y acto seguido me tumbo en el sofá y echo la siesta del carnero, o del canónigo, o como quiera que la llaméis en casa. Tras sobrevivir el domingo con mis amigas las de los pollos asados (que hacen unos pollos a los que sólo ponen sal y una ramita de romero... o tomillo -que no los distingo bien- en la barriga y están de muerte), vamos a Lorca a visitar a la convalenciente y, como no habíamos avisado, nos da plantón. Está la tipa por ahí de picos pardos, maravillosa de pies a cabeza, como es ella. Vamos que cualquiera diría que acaba prácticamente de salir del quirófano. Así que tenemos que ir a verla a un garito del centro y estando allí sentadas, pasa un Cristo con las palmas del domingo de ramos cargado por un montón de chicarrones del Paso Blanco. Visto por alguien que jamás haya oído hablar de ello, parece un poco surrealista, pero allí apenas se levanta la vista del poleo y se comenta "¡Ah, mira ya pasa el trono!", y punto pelota.
Cenamos en una pizzería muy recomendable La Charica, y no es porque sea de mis primos, es que Chari tiene una mano para la cocina que lo flipas. Hay que decir que lleva toda la vida ayudando a sus padres en el negocio familiar, pero ha sabido darle una vuelta y ha puesto una pizzería super coqueta, como es ella, con detalles como vinagres de todos los aromas que se te puedan ocurrir (incluyendo el higo, con perdón). Chari, que es super femenina, sólo tenía chicos, y siempre estaba con la canción: "¡Ay, a mí me gustaría tener una nena, pa' ponerle sus horquillicas y sus cosicas", y llegó Blanca que merece post aparte, porque con 3 o 4 años que tiene (no me acuerdo bien) le dice a su madre: "Mamá po' vete tu que ya me quedo yo con ló clienté", y lo bueno es que lo hace, se planta el delantal y va por las mesas preguntado qué tal todo.
Así que, entre pitos y flautas, nos acostamos tarde otra vez, y el lunes salimos a comprar provisiones a las dos del mediodía. Cuando estoy empezando a sentirme culpable recibo una llamada de mi amigo Lucas, que es justo lo que necesitaba, porque considera que las vacaciones son para no tener normas ni horarios ni calendarios... ¡Fantástico! Y eso que el pobre no está pasando su mejor momento, pero cuando le pregunto cómo estás y me contesta pa' comerme, sé que todo está volviendo a su ser.
Después de comer, siesta, por supuesto. Y justo cuando nos decidimos a salir a dar un laaaargo paseo, empieza a llover. Definitivamente, los elementos están contra mí.

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