Hoy es el cumpleaños de mi amigo Marce. Hace muchos años, justo un día como hoy, de repente me di cuenta de que, normalmente, la gente a la que más queremos es a la que menos se lo decimos, y como regalo de cumpleaños le metí una carta de amor en un libro, intentando explicarle lo que significaba para mí, y lloró. Pero no hay que tomárselo en cuenta, porque Marce es muy de llorar, aunque en plan bien, Marce llora de emoción nunca de impotencia, ni de rabia, ni de nada chungo. Y aunque pase meses sin verle, sé exactamente dónde está, a una tecla de mi teléfono, a un contacto de mi agenda, a un pasito de mi corazón. Y aunque no me lo diga tan a menudo, sé que sabe que estoy exactamente a la misma distancia.
Yo admiro a Marce, porque nunca se conforma, ni se instala cómodamente en la autocomplacencia, y justo cuando controla perfectamente aquéllo que está haciendo (¡fíjate tú, si no podía echarse a dormir y vivir de las rentas tan a gustito!), mueve el culo como alma que lleva el diablo y busca nuevos horizontes, nueva gente, nuevos retos.
También le admiro porque es valiente, porque ha tenido los cojones, siendo hijo de un cuerpo de seguridad del estado, de ser portada de El País dominical cuando se empezaba a hablar de la remota posibilidad del matrimonio entre personas del mismo sexo. No le perdono que me avisara de su boda justo en el último momento cuando ya no podía ir, pero él es así y así hay que quererle, con sus cabezonadas toledanas.
Pues, eso, amor, que te quiero, que pases un buen día, que ésta es la vigesimoséptima vez que te felicito y espero hacerlo muchas más, si la demencia senil no me lo impide.
¡Y no llores!
¡Qué bonita felicitación de cumpleaños le has regalado a mi marido!
ResponderEliminarGracias guapa y muchos besos
Pablo
Pablo, amor, empezaba a dudar de tu existencia! ¿Has vuelto de allende los mares? Como te pierdas la próxima cita, te retiro el saludo.
ResponderEliminarDe nada, ya sabes que a tu marido le quiero casi tanto como tú.